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¿Guerra contra quién?
© 2015 Pedro Aponte Vázquez
Me sorprende que el libro War Against all Puerto Ricans, haya sido defendido “con uñas y dientes” por personas que ni siquiera lo han leído y hasta por otras que están conscientes de las falacias, exageraciones y verdades a medias que narra y describe, así como del hecho de que el autor difama al líder Nacionalista Pedro Albizu Campos. Tal vez en la Academia habrá estudiantes y profesores que estudiarán este acontecimiento como un monumental fenómeno de mercadeo, de relaciones públicas y de abierta y eficaz manipulación de los medios de comunicación masiva.
Si fuera la trama de una novela basada en un puñado de hechos históricos distorsionados, podríamos afirmar que don Pedro Albizu Campos es el protagonista y el gobierno estadounidense es el antagonista con numerosos personajes secundarios que no por ello dejan de ser importantes. Por otra parte, si el autor intentó escribir una auténtica obra de historiografía sobre la invasión y ocupación militar de Puerto Rico y la resistencia armada del Partido Nacionalista, es forzoso concluir que no reúne las condiciones indispensables de la rigurosa narración histórica que nos anticipó.
Nelson A. Denis, un político de Nueva York que fue asambleísta estatal durante cuatro años y perdió su escaño en el 2000, mercadea un libro de historia para el cual nos dice que estuvo haciendo acopio de datos nada menos que durante 40 años. Nos dice Denis, nacido el 10 de septiembre de 1954 en Nueva York de padre cubano y madre boricua, que además de leer una gran diversidad de fuentes historiográficas, examinó el expediente que el FBI mantuvo sobre Albizu y entrevistó a muchos Nacionalistas y a veteranos del Regimiento 65 de Infantería. Su interés en escribir el libro dice él que surgió luego de conocer en Caguas, Puerto Rico, a un pariente suyo que le dijo haber sido “guardaespaldas” de Albizu.
Quienes hemos dedicado largos años a estudiar a Albizu y el Partido Nacionalista de Puerto Rico-Movimiento Libertador mediante el examen de documentos, muchas veces originales, además de entrevistas personales, sabemos que no han sido pocas las personas que han alegado ser guardaespaldas, choferes, barberos, y hasta custodios del prócer sin mostrar prueba documental alguna y sin que sus alegaciones hayan podido ser corroboradas por otros medios. El Denis aceptar como un hecho lo que le dijo su pariente sin pedirle ni obtener prueba alguna carecería de importancia si no fuera porque luego vemos que ese es su modo no sólo de entrevistar, sino también, de narrar el producto de sus entrevistas.
Desde luego que la historia oral puede ser un valioso recurso de investigación histórica cuando no existen o no están accesibles genuinas fuentes documentales. Este autor no sólo la ha utilizado, sino que estableció por propia iniciativa un Centro de Historia Oral en la Universidad Politécnica de Puerto Rico, donde laboró. No obstante, es preciso que quien investiga se asegure de que sus fuentes son personas de alta credibilidad en cuyas vivencias existan indicios fehacientes de que conocen a fondo el asunto sobre el cual informan. En War Against all Puerto Ricans, el autor utiliza ese recurso, pero no nos dice quiénes son las personas que entrevistó, por qué las considera fuentes fidedignas, ni dónde, ni cuándo hizo las entrevistas. Por supuesto, es razonable omitir el nombre de la fuente que uno como autor cita si la persona entrevistada requiere de antemano permanecer en el anonimato como condición para dar la información, pero ese no fue el caso con las muchísimas personas a las que Denis dice haber entrevistado.
Hay otras serias deficiencias. Son numerosas las notas bibliográficas que no responden al texto al cual están vinculadas las llamadas en el cuerpo del libro o en las que la fuente mencionada no es la correcta. No es prudente enumerarlas en este limitadísimo espacio, de modo que mencionaré sólo algunos ejemplos que no son necesariamente los más elocuentes, sino los que de pronto pude corroborar.
En la nota # 20, pág. 333, el autor ofrece como ficha bibliográfica la Revista Verdad, edición de febrero de 1953, Núm. 8, Año I, pero si usted busca ese número de la Revista, no encuentra el reportaje aludido, pues el año correcto es el II. Algo parecido sucedería en relación con la nota Núm. 5, en la pág. 333, Pedro Aponte Vázquez, Yo acuso y lo que pasó después. (Bayamón, P. R.: Movimiento Ecuménico Nacional de P.R., 1985, 41). El 41 se refiere a la página del libro a la cual alude la nota, pero la edición del libro con ese título no la publicó el Movimiento Ecuménico Nacional de P.R., por lo que, si usted busca la página 41 no encontrará la información correspondiente. Esa organización publicó solamente el libro titulado ¡Yo acuso!: Tortura y asesinato de don Pedro Albizu Campos. Luego ha habido varias ediciones con el mismo título y varias más con el subtítulo “Y lo que pasó después”, pero en la página 41 no hay texto o el que hay no corresponde a la mencionada nota Núm. 5.
Además, para algunos datos el autor provee como referencia el expediente del FBI y, aunque menciona la carpeta donde se supone que están los mismos, no dice quién origina el documento, la fecha, el asunto y a quién o quiénes va dirigido. En lugar de proveer esos datos que facilitarían la localización del documento, Denis provee el número de la carpeta, seguido de un número que el lector interpretará como número de página. Por ejemplo, en la nota 25 de la pág. 334, el autor refiere al lector a la “Carpeta Núm. VIII, 66-67”; es decir, las páginas de la 66 a la 67 de esa Carpeta. El problema es que ese expediente no está organizado a base de páginas consecutivas, como las de un libro, sino a base de documentos individuales. Algunos documentos, sí pueden contener más de una página (en cuyo caso conviene decir cuántas son), pero el lector necesita saber de qué tipo de documento se trata y de qué fecha y quién lo envía y a quién y hasta sobre qué asunto, para poder encontrarlo. La deficiencia señalada causa la impresión de que la persona que redactó el texto no sabe cómo está organizado el citado expediente y, peor aún, le impide al lector verificar la procedencia de la información.
Además de esas notas bibliográficas no ser de utilidad, el autor hace sorprendentes afirmaciones que los lectores confiados aceptarán como hechos constatados sin saber si lo son o no a menos que, por ser estudiosos de los sucesos específicos o de los personajes históricos o por alguna otra razón, sepan si tales afirmaciones son verídicas o si carecen de veracidad. Veamos algunos ejemplos sin pretensión alguna de ser exhaustivo:
- En relación con el título mismo del libro el autor provee un dato falso y rehúsa admitirlo. Durante sus entrevistas comenzó a decir que el título se basa en declaraciones del coronel E. Francis Riggs, a los efectos de que habría “guerra a muerte contra todos los puertorriqueños”, lo cual sabe que es falso. Riggs dijo que habría “guerra, guerra sin cesar, no contra políticos, sino guerra contra criminales”. (Vea: La Democracia, 26 oct 1935). La noticia comienza en la página de portada y termina en la página 8. Al final de la información en la página 1, se alude a las declaraciones del coronel y jefe de la Policía de Puerto Rico Elisha Francis Riggs, pero las mismas comienzan y terminan en la página de continuación, la 8).
- En el prefacio de su libro Denis ofrece datos contradictorios sobre lo que supuestamente le sucedió a su padre cuando él era niño. Luego, durante la propaganda de su libro, adopta una de las versiones, a saber: Que “eran las 3:00 de la mañana de un día de octubre de 1962 cuando agentes del FBI tocaron a la puerta del edificio 600 de la calle 161 en que vivía con su familia en Washington Heights. Arrestaron a su padre, un operador de elevador admirador de la revolución cubana, por supuesto espionaje político. Sin audiencia o juicio, Antonio Denis Jordán fue deportado a La Habana”. (El Nuevo Día entrevista a Nelson Denis, 18 mayo 2015). Este dato es falso, pues Antonio Denis Jordán no fue arrestado ni deportado, sino que abandonó el país espontáneamente. (Vea http://archive.org/…/annu…/annualreportofim1963unit_djvu.txt).
- En las páginas 129-130, además de poner a Albizu a arrastrarse por el piso para luego aceptar ser objeto de una broma vulgar y ser parte de la misma, al autor nada le importó que don Pedro nunca tomaba bebidas alcohólicas y aquí dice que cuando éste se sentaba en la barbería Salón Boricua para recortarse “se daba un palo de ron”.
- Familiares de José (Águila Blanca) Maldonado, incluyendo a su nieta, la escritora Margarita Maldonado Colón, afirman desconocer que éste fuera el dueño de la barbería Salón Boricua y que se la hubiera traspasado a Vidal Santiago. Además, aseguran que no murió allí, sino en su hogar. (Artículo de Maldonado Colón en el archivo de este autor).
- No concuerdan con la realidad algunas afirmaciones de Denis sobre el patriota Vidal Santiago. Según información que un estudioso de la vida de Albizu y de otros Nacionalistas obtuvo de fuentes bien informadas, “el papá de Vidal no murió en el cañaveral ni fue Lector para los obreros ni fue a Ybor City en la Florida; Vidal no obtuvo un diploma de Escuela Superior; no había ningún hueco o escondite entre la barbería y su casa familiar al lado; Vidal no bebía ni Don Pedro; Águila Blanca no le dejó esa propiedad a Vidal ni murió en el Salón Boricua ni escribió un libro sobre la barbería.”. (Edwin Rosario, citado en Iris Zavala Martínez, “Observaciones acerca de War Against All Puerto Ricans de Nelson Denis”, enviado por correo electrónico, 1ro jul 15).
- En la página 164, Denis afirma que en septiembre de 1930 el doctor Cornelius Rhoads le inyectó a Maldonado algo que le causó el cáncer de la garganta del cual en efecto murió. No obstante, para esa fecha Rhoads no estaba en Puerto Rico, pues llegó en junio de 1931. (Pedro Aponte Vázquez, “Necator Americanus: O sobre la fisiología del caso Rhoads”. Revista del Colegio de Abogados de Puerto Rico, Vol. 43, Núm. 1, febrero, 1982, págs. 117-142). A propósito del doctor Rhoads, estimula la curiosidad el que solamente le dedica una página a ese caso y sobre él dice que era “un nuevo médico” del Hospital Presbiteriano. Omite el hecho de que la notoria e influyente Fundación Rockefeller, con sede en la Ciudad de Nueva York, lo envió a San Juan con otros médicos a experimentar con mujeres, hombres y niños y que tomó parte activamente en el encubrimiento de los asesinatos que Rhoads confesó.
- En la Nota # 24 del capítulo 21, “Atomic Lynching”, pág. 333, la que continúa en la pág. 334, el autor dice que la señora Herminia Rijos, quien visitó a Albizu en su lugar de residencia en la esquina de las calles Del Sol y De La Cruz, lo había visitado en la cárcel La Princesa y que era amiga de la familia del prócer. Ni lo uno ni lo otro es correcto. Entrevisté a la señora Rijos en su residencia y me dijo que fue a verlo en su lugar de residencia porque, por haber sido esposa de un Nacionalista, sabía de las quejas de Albizu y “tenía curiosidad”. Del documento al que Denis alude, del cual Reynolds me proveyó copia, no se desprende que Rijos visitara a Albizu en La Princesa ni que fuera amiga de su familia. (Vea: Testimonio de Herminia Rijos en NY, 1 feb 54, sobre su visita a Albizu en 1953 (en inglés) sobre quemaduras en todo el cuerpo, Colección Pedro Aponte Vázquez-Judith Ortiz Roldán, Archivo de la Fundación Luis Muñoz Marín (FLMM), Caja 1, cartapacio Núm. 101) Le di esta información luego a Sylvia Gómez en ocasión de entrevistarme el 4 de julio 1985 en mi residencia para el documental televisivo al cual Denis alude en esa misma nota (grabación audio de nuestra conversación en la Colección Puertorriqueña, Biblioteca Lázaro, UPR, Río Piedras y en FLMM).
- Es curioso que, además, Denis omitió importantísimos datos, como lo son los pertinentes a Braverman vs. United States (317 U. S. 49). Nadie que conozca al Partido Nacionalista de Puerto Rico-Movimiento Libertador con razonable profundidad y haya examinado detenidamente el expediente del FBI sobre Albizu, puede evitar percatarse de las significativas implicaciones legales e históricas de la opinión del juez presidente de la corte suprema de Estados Unidos Harlan Stone en ese histórico caso ―aun sin haber estudiado Derecho, contrario a Denis (http://pedroapontevazquez.com/opinion-de-un-constitucionalista-sobre-braverman-vs-united-states/). Las mismas afectaron directamente a Albizu e indirectamente el subsiguiente desarrollo de nuestra historia política, pues la opinión de Stone fue la causa de que Albizu pudiera salir de la cárcel de Atlanta sin aceptar condiciones, permanecer en Nueva York a su antojo y regresar cuando lo estimó prudente, todo ello sin que el Juez Robert Cooper le revocara la libertad condicional de cuatro años que le impuso sobre los seis de prisión. (Pedro Aponte Vázquez, Pedro Albizu Campos: Su persecución por el FBI. San Juan: Publicaciones RENÉ, 1991 y Albizu: Su persecución por el FBI. San Juan: Publicaciones RENÉ, 2,000. Ed. ampliada).
Colma la copa la afirmación de Denis de que en nuestra patria no hubo resistencia a la invasión del 98. En fin, para bien de todas las partes interesadas, el autor haría bien en revisar minuciosamente este libro y corregir las fallas que se le han señalado públicamente y en privado antes de que se le traduzca al español y de que salga su tirada en inglés en rústica. #
Nota del autor: Esta versión contiene algunas modificaciones de estilo. Artículo publicado originalmente en el semanario Claridad, suplemento “En Rojo”, págs. 14-15, 16-22 julio, 2015.
Otra falacia de Nelson Denis
He aquí las páginas 129 y 130 a las que aludí ayer. Obsérvese que, además de poner a Albizu a arrastrarse por el piso para luego aceptar ser objeto de una broma vulgar y ser parte de la misma, al autor nada le importó que don Pedro nunca tomaba bebidas alcohólicas y aquí se antoja de decir que cuando éste se sentaba en la barbería Salón Boricua para recortarse se daba un palo de ron. ¿A cuenta de qué le confiere el independentismo del país a este otro Nelson el privilegio de retorcer de tal modo nuestra Historia y la persona misma de un prócer?
Ofensa a la memoria de Albizu
Veamos algo que les dejará una idea retorcida sobre el carácter de Albizu a los lectores que no conozcan al prócer.
Relata Nelson Denis en su libro que, en la barbería Salón Boricua, la que alega sin prueba alguna que Vidal Santiago heredó de José “Águila Blanca” Maldonado, Albizu entraba en el inodoro con el propósito de sostener reuniones clandestinas, para lo que contaba con cinco minutos desde que entraba, y que una vez allí, ―dice Denis textualmente―: Albizu would remove a false panel, climb over some plaster, and crawl into the next-door apartment at 353 Calle Colton. He would talk for three minutes to Raimundo Díaz Pacheco, Blanca Canales, and other top lieutenants of the Nationalist Party. Then he would scramble back into the Salón Boricua bathroom and flush the toilet.
“Did an agent wipe your ass?” Vidal would ask.
“He tried to.” Albizu would say, and everyone would laugh uproariously. (págs. 129-130).
¿A qué mágica obra de manipulación sin precedentes podríamos atribuir el que seguidores, admiradores y hasta discípulos de don Pedro Albizu Campos acojan con regocijo y admiración a quien de modo tan desvergonzado se expresa sobre uno de nuestros más atropellados próceres y encima sin fundamento alguno?
“¿Sin fundamento alguno?” ―se preguntará alguien.
Sí, sin fundamento alguno porque, fiel a su estilo de narrar la Historia con falacias, exageraciones y distorsiones, Denis dice que ese breve intercambio ocurría entre Albizu y unos veteranos del Regimiento 65 de Infantería que solían pasar el rato en el Salón Boricua, así como en presencia de clientes de Vidal Santiago y de otros barberos. ¿Quiénes fueron esos veteranos del 65 de Infantería? ¿Quiénes fueron esos clientes? ¿Quiénes fueron esos otros barberos? Él no lo dice y nadie nunca lo sabrá. Mi apuesta es que sólo existen en la imaginación de ese derrotado político de Nueva York que por motivos todavía desconocidos ha optado por asumir el papel de historiador aunque sea de cartón. Desconocemos, además, por qué motivos este boricua de nuevo cuño optó por involucrar al 65 de Infantería en esa absurda y vulgar desfachatez.
En fin, uno esperaría que al menos los discípulos del Maestro hubieran condenado públicamente ese ultraje a su memoria, pero parecen estar todavía bajo otro embrujo de otro Nelson en nuestra Historia.