MI POSICIÓN ANTE EL NOMBRAMIENTO DE LA DOCTORA JULIA KELEHER
Aunque he dedicado varias décadas de mi existencia a la investigación histórica, la designación de la doctora Julia Keleher al cargo del departamento llamado de Educación me compele a inmiscuirme precisamente en el campo de lo que fue mi formación académica formal en la Universidad de Fordham: las Ciencias Sociales con concentración en la educación urbana.
Por fortuna, tanto la historia de nuestra País, como la naturaleza de nuestro sistema público de escolarización (y también el privado), van de la mano, de modo que en realidad no se trata, como he dicho, de que me inmiscuya en el asunto de la designación de la señora Keleher. Ahora bien, la honestidad intelectual me exige advertir que, al internarme en este asunto, no pretenderé mostrarme como un comentarista objetivo, sino del mismo modo en el que he dado a conocer los hallazgos de mis investigaciones microhistóricas: como luchador por la independencia de una patria invadida y subyugada.
De primera intención, me intrigó la probabilidad de que el próximo administrador colonial hubiera designado a una persona extranjera para dirigir precisamente la agencia gubernamental que se encarga de formular y ejecutar los fundamentos de lo que se supone sea la educación de nuestra niñez y de nuestra juventud. Y conste, que digo “lo que se supone sea la educación” precisamente porque “educar” no es la encomienda de ese departamento llamado “de Educación”. Su encomienda es la de “formar”, esculpir a los ciudadanos que constituimos nuestra patria. Su fin es, en realidad, desnaturalizar a los puertorriqueños y, como dijo Albizu, “corromperlos”. Su meta no es educar, puesto que “educar” desde su más antigua etimología, significa “liberar”. Cuando se le denominaba “Departamento de Instrucción” se era fiel a sus propósitos, pues el proceso que se da en el sistema de escolarización lo que hace es instruir, que significa colocar unas cosas sobre otras; o sea, en buen puertorriqueño: atacuñar.
Así, pues, si la encomienda de la designada secretaria de educación es la de continuar las doctrinas mal llamadas de asimilación o de americanización de los primeros comisionados de instrucción a partir de la invasión militar del 98, su designación es lógica, en principio, por ser estadounidense. Es lógica, en fin, si tiene ella la encomienda de mantener la intención deformadora del sistema. En ese caso, nada importa si la doctora Keleher es estadounidense de extracción irlandesa o germánica o si habla el castellano con acento de allá o si su trasfondo es de naturaleza administrativa o si su fuerte es la obtención y fiscalización de recursos económicos o si solamente conoce al departamento de “educación” desde afuera. Ya podrá ella allegarse personas que la asesoren para bien o para mal. Por otra parte, el mero hecho de que la doctora Keleher sea estadounidense no significa necesaria e ineludiblemente, que se proponga retomar las encomiendas que recibieron los primeros comisionados de instrucción.
Quienes hemos tenido ocasión de compartir con profesionales estadounidenses en las entrañas del monstruo sabemos que no todos están cortados por la misma tijera. Así pues, lo que nos debe concernir como punto de partida a los educadores, a los gremios de educadores, a los legisladrones y al Pueblo en general es si la doctora Keleher se ocupará solamente de allegar fondos y fiscalizar su utilización o si, además, se propone formular una filosofía educativa clara que defina sin lugar a dudas cuáles habrán de ser las características del ser puertorriqueño al que el departamento aspira y, por supuesto, de qué modo se propone lograrlas.