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“War Against All Puerto Ricans”

Procuro terminar mi participación en la controversia sobre el libro War Against All Puerto Ricans exhortando al autor a revisarlo minuciosamente y determinar cuáles de las fallas que se le han señalado públicamente y en privado merecen ser corregidas antes de que se le traduzca al español y de que salga su tirada en rústica. Parece haber consenso en ese sentido entre quienes, en condición de escritores estudiosos de nuestra historia política, hemos criticado, algunos con justificada indignación, importantes aspectos de esa obra. Valdría la pena revisarlo y corregirlo porque el autor recoge y expone en el idioma del invasor lo que por décadas hemos denunciado los puertorriqueños en ambos idiomas, los de aquí y los de allá, en torno a los atroces atropellos que impunemente nos ha infligido el Gobierno de Estados Unidos de Norteamérica desde que invadió nuestro territorio nacional sin provocación alguna de este Pueblo. Sería una verdadera lástima que el contenido del libro permaneciera intacto y, peor aún, que en esas condiciones pasara al medio fílmico, pues correría el riesgo de que todo el esfuerzo creador del autor y su expresada motivación para escribirlo, a la larga se echaran a perder en más de un sentido.

La política exterior de EE. UU.

La persona que en cualquier momento ocupe la presidencia de Estados Unidos de Norteamérica, sea quien sea, encarna en sí misma a dos aciagos personajes de barrio: al guapetón abusador y al bochinchero enreador. He ahí la esencia de su política exterior.

¿Es Nelson Denis independentista?

Durante una entrevista el pasado 14 de marzo, DIÁLOGO, el periódico digital de la Universidad de Puerto Rico, le pregunto a Nelson Denis, el cubano-boricua neoyorkino que acaba de publicar un controvertible libro en inglés sobre la historia del coloniaje yanqui en Puerto Rico, si él se considera independentista. Veamos cómo el abogado y político evadió la pregunta en el siguiente intercambio citado textualmente:

Diálogo: ¿Usted se considera un independentista? Si es así, ¿nos puedes decir cuán fácil o difícil ha sido postular tu ideología desde Nueva York?

Denis: Soy puertorriqueño, pero no vivo en la Isla, así que no creo que tengo derecho de imponer mis puntos de vista en la gente que vive allá. Sí creo que el estatus actual de Puerto Rico, el Estado Libre Asociado es un estatus inconcluso y falso, que necesita resolverse. Este estatus falso lastima a Puerto Rico económica y moralmente.

Obsérvese que la pregunta no fue si se considera “puertorriqueño”. Además, DIÁLOGO no le preguntó por qué piensa que si viviera en la Isla tendría el derecho de imponerle sus puntos de vista al resto de la población.

A la luz de la respuesta del nuevo historiador, escoja las mejores de las siguientes opciones:

a) Denis es independentista, pero no se atreve admitirlo.
b) Denis no es independentista, pero no le conviene decirlo.
c) Denis no es estadolibrista y lo dejó demostrado.
d) Denis es estadoísta y cree que no se le nota.

 

Independentistas de Puerto Rico parecen apoyar al FBI

El FBI se ha jugado fría y calculadamente una carta política con su intervención y allanamientos de hoy en Puerto Rico.

Históricamente esa agencia federal se ocupaba de evitar hacer sus intervenciones –legales o no– cuando tuvieran o parecieran tener un obvio cariz político. Nadie dudará, supongo yo, que esta intervención con 15 empresas en distintos lugares de la Isla fue previamente autorizada a un alto nivel en la jerarquía del FBI debido a que una de las 15 habría de ser la de una empresaria que no sólo es candidata independiente a la gobernación, sino que ha admitido ser de ideología independentista.

El FBI tuvo aquí ahora una oportunidad única que tal vez no vuelva a repetirse dentro de los próximos cien años de dominio de nuestra patria. Tal ha sido la ocasión de arremeter contra un grupo de personas de quienes se sospecha que han cometido fraude dentro de la esfera de competencia directa del invasor, pero con el especial aderezo de incluir a una mujer independentista que no cuenta con el respaldo de las organizaciones que comparten su ideología y que –desde su óptica– ha sido condenada hasta por otras mujeres. Ni siquiera los ciudadanos particulares dentro del campo independentista parecen apoyarla por motivos políticos o por considerarla inepta o por la arrogancia que ciertamente reflejan algunas de sus fotos o por todas las razones anteriores y otras más –justificadas o no. En fin, que no la ven como una persona más que comete el error de formar parte de quienes no se agotan de darle vueltas a la noria, sino que la ven más bien como una simple intrusa que se lanza ingenua al estercolero electoral.

El FBI, en su análisis de la situación antes de optar por proceder en el momento en el que lo hizo, seguramente vio estas circunstancias como muy convenientes para sus intereses políticos. Es como si hubiera ordenado hacerlas a la medida. Hasta los medios de comunicación masiva han dado la impresión con sus titulares de que la intervención fue dirigida exclusivamente a la candidata Alexandra Lúgaro. Antes de tomar su decisión, la alta jerarquía del FBI debe de haber conjeturado que los primeros que se alinearían gozosos a su lado a tirarle piedras a la candidata seríamos nada menos que nosotros los independentistas, empezando por los comecandela. Así, pues, decidieron jugársela fría, pues si el análisis resultaba certero, obtendrían indulgencias de sus enemigos históricos y enormes y duraderos beneficios políticos a corto y largo plazo. Tal parece que los analistas del FBI dieron en el clavo.

EL PELIGRO DE LAS CARPETAS

La entidad puertorriqueña que agrupa a historiadores o alguna otra entidad apropiada debe orientar al público en general en torno al cuidado que se deberá tener al examinar las carpetas de espionaje político de la Policía y del FBI sobre individuos y organizaciones tildadas de “subversivas”.

Se sabe que las mismas contienen aseveraciones expresamente falsas y en ocasiones intencionalmente exageradas no sólo sobre las actividades políticas de las personas objeto del espionaje sino, además, sobre su vida estrictamente personal y familiar e incluso íntima.

Un uso a ciegas o de mala fe del contenido de esas carpetas tiene el potencial para causar más daño a la lucha por la independencia que el espionaje mismo.

Espero que pronto sea público el Reglamento del Archivo General que regirá el uso de las mismas, pero lo dudo.

El tímido Club PEN de Puerto Rico y el notorio IVA

Hace unos días el Club PEN Internacional, Capítulo de Puerto Rico, se expresó en torno al afán de la administración actual de imponernos una contribución denominada IVA que sería más del doble del popular IVU. El nuevo tributo aparenta ser un intento del departamento de hacienda de recaudar más dinero de quienes no evaden el pago de contribuciones y llevarse en la movida a quienes sí las pagan. El Club PEN, una entidad compuesta por escritores que prefiere autodenominarse PEN Club, así, con la estructura gramatical inglesa, no hizo sus expresiones espontáneamente, sino en reacción a las peticiones que se le cursamos algunos escritores por este medio y tal vez por otros más.

Aludió el Club de escritores boricuas al hecho de que en Puerto Rico enfrentamos retos, muchos de los cuales son el resultado de las “enormes exenciones” que concede la legislatura de Puerta de Tierra; a la “crónica evasión” del pago de contribuciones que según el Club ocurren en todos los niveles sociales; a la “evasión de pagos por servicios recibidos”; y a que el mayor patrono en el País lo es el aparato que lo administra bajo el ojo avizor del invasor.

En torno a las malas decisiones de todo tipo que la administración del País ha tomado durante décadas, el Club de escritores afirma sin sonrojarse que no debemos culpar de la situación en la que estamos inmersos a los partidos políticos ni al sistema colonial que arrastramos.

Agrega el Club PEN:

“En principio, y por nuestra mirada a un futuro alterno de justicia social generalizada, aspiramos a que se defienda el derecho de nuestros conciudadanos a una salud universal, no una salud discriminatoria a base de ingresos; a una educación de calidad para todos nuestros conciudadanos, no para los que la pueden pagar; a un derecho a vivienda, al trabajo, a la protección de los desvalidos y al fomento del conocimiento para no vivir a la merced de quienes cultivan la ignorancia para lucrarse de adeptos, feligreses o votantes. Desde ese punto de vista, toda iniciativa tributaria que continúe privilegiando aún más a los privilegiados y reduciendo la calidad de vida de los marginados, nos resulta injusta, degradante y opresora” y concluye así (sic):

“Dicho esto, el PEN Club, le reconoce al Centro para la Nueva Economía [http://grupocne.org/] el peritaje y la trayectoria de ofrecer análisis y recomendaciones para enderezar las finanzas del gobierno. Sin renunciar a nuestro derecho a aplicarle una mirada crítica a sus posiciones, suscribimos sus observaciones y recomendaciones por su virtud de analizar los desafíos que confrontamos con una mirada holística y divorciada de los intereses de todos los grupos que puedan pretender que los cambios necesarios no les apliquen”.

El análisis que el Centro para la Nueva Economía (CNE) ha hecho de las “recomendaciones” de la empresa extranjera conocida como KPMG constituye un estudio objetivo y, como tal, expone probables ventajas y desventajas de la imposición del IVA de 16% que ha recomendado la empresa KPMG, pero no asume posición alguna sobre si al Pueblo de Puerto Rico le conviene o no o si es solamente a los prestamistas de Wall Street a quienes les conviene. Uno de los elementos que le impiden al CNE adoptar una posición es el que en el momento de su estudio, carecían de “suficiente información para determinar si Hacienda cuenta con los recursos para llevar a cabo la transformación interna necesaria para implementar efectivamente el IVA”.

El autor del análisis del estudio de la KPMG, Sergio M. Marxuach, expone las siguientes cinco preocupaciones que cito textualmente:

Primero, no sabemos si el Departamento de Hacienda cuenta con los sistemas de administración, la capacidad gerencial, y los recursos para implementar una reforma contributiva de esta magnitud. Si Hacienda no logra reformar sus procesos internos a tiempo y se crea la impresión de que todo continua como “business as usual” la implementación de la reforma será un fracaso.

Segundo, el mecanismo para mitigar la regresividad del IVA es un elemento esencial para que la reforma no viole el principio de equidad vertical. En la medida en que el pueblo perciba que la reforma no es justa, entonces podemos esperar que continúe la evasión masiva y que Hacienda pierda apoyo para la reforma.

Tercero, un punto importante que no se ha discutido mucho es en que va a gastar el gobierno los ingresos adicionales producto del IVA. Si la intención es utilizarlo para hacer otra ofrenda en el altar de los bonistas, o lo que es peor, para tomar más dinero prestado a través de COFINA para financiar barriles de tocino, la reacción del pueblo pudiera ser visceral. El pueblo de Puerto Rico ha sufrido un largo periodo de austeridad y puede ser que esté llegando al limite de su paciencia.

Cuarto, los analistas de KPMG parten de la premisa de que sin los incentivos contributivos que ofrecen las leyes 73 y 20, se le haría imposible a Puerto Rico atraer inversión extranjera. Esta proposición es, como mínimo, debatible y de hecho el mismo informe la contradice al dejar claro que, aunque el sistema contributivo puede aumentar o limitar la competitividad de un país, “cambios al sistema contributivo, por si solos, no alteran otros elementos fundamentales que afectan la competitividad, tales como la composición de la fuerza laboral, la infraestructura, los costos de energía, la estabilidad del sistema legal, el acceso a los mercados, la inversión, el nivel de ahorro, el desarrollo tecnológico, y la regulación gubernamental.

Finalmente, la imposición del IVA sobre los alimentos, las medicinas, los servicios médicos y los servicios educativos es inmoral e injusta. Estamos conscientes de que este argumento se basa en nuestras preferencias personales y no en un análisis económico. Entendemos también que otras personas difieren de nosotros, ya sea porque le dan preferencia absoluta a los reclamos de los bonistas, o porque el IVA pagado por estos conceptos lo pagará un tercero o se les devolverá a los más pobres, o simplemente porque no les importa. (Termina la cita).

En fin, el CNE opina que, “[…] cobrar impuestos sobre bienes y servicios necesarios para mantener una vida digna y decente es malo en sí mismo. La dignidad del ser humano se encuentra por encima de la lógica del mercado y limitar la capacidad de miles de puertorriqueños para vivir una vida buena cobrándole un 16% adicional por su alimentación, salud, y educación lacera principios fundamentales de justicia, magnanimidad y nobleza de espíritu”, pero no asume una posición ante si se le debe imponer o no el oneroso tributo.

El Club de escritores, por otra parte, ha dicho que no renuncia a su “derecho a aplicarle una mirada crítica” a las observaciones del CNE aparte de suscribirlas “por su virtud de analizar los desafíos que confrontamos con una mirada holística y divorciada de los intereses de todos los grupos que puedan pretender que los cambios necesarios no les apliquen” y eso es precisamente lo que está llamado a hacer en armonía con el historial de lucha de su organización sombrilla, asumir una posición clara ante el asunto sin ambigüedades ni subterfugios.

Es decir, ya sabemos que el Club PEN de Puerto Rico está en contra de respaldar el que la ley del IVA exima los libros, pero ¿apoya o no la imposición del IVA?

Nuestro himno nacional

Alejandro García Padilla y su Partido Popular, con el sólido apoyo de esos miembros de la organización que se autodenominan soberanistas, deben aprovechar este momento histórico y, para recordar y honrar la vida ejemplar de doña Isabel Rosado Morales, legislar para ordenar que en adelante en todos los actos en los que se cante nuestro himno nacional, se cante solamente con la letra que le dio Lola Rodríguez de Tio –o algo por el estilo que recoja fielmente ese propósito.

¿Ébola para Puerto Rico?

La clase dominante yanqui es tan y tan organizada, que nos envió los ataúdes mucho antes de enviarnos el virus.

Obama nos obsequia el ébola

Con la decisión unilateral de exportar hacia Puerto Rico a soldados suyos que hayan contraído el ébola, el gobierno de Estados Unidos de Norteamérica podría estar contribuyendo a hacer realidad el sueño del médico asesino Cornelius Rhoads nada menos que 83 años después.

Ninguna organización independentista en Puerto Rico, ni radical ni conservadora, ha protestado todavía públicamente ni ha dado indicios de que se proponga convocar a una masiva oposición a este macabro empeño del gobierno de Obama. Todos los políticos guardan silencio.

Tampoco se han expresado en oposición a este ultraje de nuestra nación las entidades a las que les concierne la salud de la gente a pesar de que ya han transcurrido varios días desde que se ha confirmado lo que era un lúgubre rumor.

Es que Estados Unidos no está ajeno al hecho de que los boricuas somos el Pueblo más dócil del planeta –por no decirlo de otro modo más apropiado.

ALBIZU COMO PERSONAJE LITERARIO

 

Albizu como personaje literario

Ponencia presentada por invitación en la Primera Jornada Pedro Albizu Campos celebrada por la Junta Pedro Albizu Campos, Universidad de Puerto Rico, Recinto de Bayamón, 10 de octubre de 2014.

© 2014 Pedro Aponte Vázquez

Agradezco la invitación que la Junta Pedro Albizu Campos tuvo la cortesía de extenderme y felicito a sus fundadores por adoptar los propósitos que los llevaron a establecer esa patriótica entidad. Antes de entrar en el tema de “Albizu como personaje literario” les daré un breve trasfondo que servirá de vínculo con lo que habré de exponer.

Como algunos saben ―y muchos optan por ignorar―, a fines de la década de los años 70, autoexiliado en la ciudad de Nueva York, desenterré del olvido el caso del médico asesino Cornelius P. Rhoads. Subsiguientemente me dediqué durante décadas a localizar y examinar documentos, sobre todo de primera mano, que encontré en archivos y en bibliotecas, los que estudié detenidamente. Además, localicé en su residencia en Río Piedras a Luis Baldoni Martínez, el patriota que le llevó a Albizu la confesión de asesinato del doctor Rhoads; lo abracé, lo conocí, lo entrevisté y más de una vez lo visité. Luego de dar a conocer desde Nueva York mis primeros hallazgos en varios números de un boletín semiclandestino que bauticé con el nombre de El Postillón, publiqué en 1982 el ensayo “Necator Americanus: O sobre la fisiología del caso Rhoads”.

Poco después de empezar a exhumar esos restos históricos, asocié el caso Rhoads con la denuncia de Albizu de que en la cárcel La Princesa lo atacaban con “rayos electrónicos” de “gran precisión” (Aponte Vázquez, 1985, 10). En un artículo publicado en Claridad en enero de 1983 había expuesto la posibilidad de que Rhoads fuera el autor intelectual de la tortura de Albizu con radiación atómica, hipótesis que periodistas ajenos a estos hechos atribuyen al extinto Partido Nacionalista de Puerto Rico-Movimiento Libertador. En aquel momento opté por investigar el grave asunto y llevé ambas investigaciones simultáneamente.

Luego de poner un pie dentro del campo de la literatura con un drama bilingüe que titulé Park Avenue South, comencé hace unos diez años a internarme de lleno en la ficción, primeramente a través del guión cinematográfico, luego por medio del cuento y finalmente por medio de la novela, como medios adicionales de exponer los hallazgos de mis investigaciones. Es por esa razón que, aunque mi campo de acción ha consistido en aplicar el periodismo a la investigación histórica, he optado por hablarles sobre Albizu, no como personaje histórico, sino “como personaje literario”.

Historia y ficción

Aunque mi hábitat es la investigación y la concomitante divulgación de hallazgos, he reflexionado por algún tiempo sobre la práctica de utilizar en la literatura hechos debidamente documentados de nuestra historia política. Lo he hecho desde antes de internarme en el campo de la ficción, pero con más detenimiento desde que leí unas novelas que se distinguen por las distorsiones que propagan sobre Albizu y el caso Rhoads, mis dos áreas de estudio. Hablaré más adelante sobre esas obras, pero los invito a que antes entremos a considerar de paso un marco teórico. Éste es, cómo concibo los subgéneros de “novela histórica” y de “historia novelada” dentro del género literario llamado “novela”.

La novela histórica

Para mi concepto, la novela histórica no es otra cosa que la ficción entrelazada con historia. Es el resultado de la narración de sucesos imaginarios demarcados por las características de un período relativamente lejano del momento en que la escriben, aconteceres usualmente remotos que la magia de la literatura nos permite presenciar.

Es por eso que, para alguien escribir una novela cuyo tema es, digamos, la Revolución Francesa, debe nutrirse primeramente de datos sobre la cultura de la Europa de fines del siglo 18, lo que implica conocer sus características sociales, geográficas, políticas, económicas, e históricas. Sobre todo, necesita conocer esas características en torno a la Francia, así como a las causas, desarrollo y consecuencias de esa famosa revolución. Luego inventa los personajes principales que serán los protagonistas y antagonistas del conflicto que desarrollará, así como el resto de los personajes necesarios para darle vida a la trama. Es decir, que los escritores deben conocer lo suficiente del período histórico dentro del cual se desarrolla la novela que escriben, de modo tal que no excedan las limitaciones que impone el respeto que merece la Historia auténtica.

En el caso de una novela histórica en la que el tema sea, por ejemplo, la insurrección Nacionalista de 1950, excedería por mucho tales limitaciones decir, ya sea en la narración o a través de los diálogos, que “Albizu Campos fue transferido [de la cárcel de Atlanta] al hospital Columbus luego de un ataque cardiaco” (Friedman, A. 149). Sería falso, además, decir que lo llevaron de esa cárcel a ese hospital con “las piernas hinchadas”; que allí “siempre estaba vigilado por un policía” y que desde que llegó lo estaban “inyectando con cosas” (Martínez Maldonado 107), pues sobre nada de eso hay disponible documentación alguna. Un excelente ejemplo de lo que debe ser un cuento histórico en el cual Albizu es protagonista lo encontramos en “Fragancia de rosas y jazmines” (Maldonado Colón) en el cual la autora expone de modo magistral, a través de un personaje auténtico, la genuina condición de salud del prócer poco después de ser expulsado de la cárcel La Princesa el 30 de septiembre de 1953.

La historia novelada

Por otra parte, tenemos lo que denominan historia novelada. Así como la novela histórica es la ficción entrelazada con historia, la historia novelada es la historia entrelazada con ficción. Es la narración de hechos históricos auténticos ―lo que la hace “historia”― complementada esa exposición con datos que el autor aporta de su propia creación por falta de información proveniente de la historia oral o de documentos auténticos ―de ahí que sea “novelada”, es decir, que tiene un toque de novela; un toque de ficción. Quien la escribe lo hace basándose en sus conocimientos y su interpretación de la auténtica historia, pero debe ceñirse a los hechos históricos.

Aunque en uno y otro caso es necesario que el autor, o la autora, según sea el caso, conozca en detalles los acontecimientos pretéritos sobre los cuales escribe, en la novela histórica ese conocimiento podría razonablemente limitarse a la ambientación del período objeto de la narración si las figuras históricas son meros personajes nominales. Ahora bien, es mi firme posición que en ambos subgéneros, quien escribe debe respetar la realidad histórica en la presentación de los hechos y, en especial, al exponer directamente a través de las descripciones e indirectamente por medio de los diálogos, los gestos y la acción de los personajes, los rasgos de personalidad de los personajes históricos.

Quienquiera que en una novela histórica aluda a características del pasado que resulten incompatibles, incongruentes, reñidos con lo que fue la realidad, evidencia desconocimiento de los hechos históricos pertinentes. Lo mismo podemos decir de quien en una historia novelada no sólo ubique a los personajes en lugares erróneos en el tiempo y el espacio, sino que encima presente rasgos ajenos y hasta contrarios a la conocida personalidad de las figuras históricas. Además, demuestran ese desconocimiento de acontecimientos históricos los críticos literarios que terminan despachando como excesivos aquellos diálogos cuyo contenido histórico no se han ocupado de conocer.

Desde luego, alguien podría alegar con toda sinceridad, pero sin justificación alguna, que hizo a un personaje histórico proyectar unos rasgos de personalidad que le son ajenos porque no estaba escribiendo Historia, sino literatura. Incluso podría alegar que lo hizo porque su propósito es inducir a los lectores a investigar la Historia y determinar qué es realidad en la obra y qué es ficción, lo cual es un fin legítimo de quien crea una historia novelada. Lo peor del caso podría ser que quien escribe, aunque conozca los hechos históricos auténticos, los distorsione con toda intención porque tenga una agenda oculta. A esos autores no les interesa impartirles autenticidad a sus personajes porque su interés es proyectarlos del modo que más convenga a sus propósitos.

Más aún, los editores, aquellos cuya función en las casas editoriales es escudriñar textos y, cuando procede, recomendarles a los autores modos de mejorar los mismos, deben estar atentos a las distorsiones y tergiversaciones de los hechos históricos y señalarlas. Por su parte, quienes tienen la palabra final en las editoriales deben abstenerse de publicar textos que contengan tales alteraciones aun después de los editores haber advertido sobre las mismas. Eso tal vez no es lo práctico, pero ciertamente es lo moral. De otro modo, unos y otros se convierten en cómplices del ultraje vil de la Historia, unos por ignorancia, otros por negligencia, y los más por mera indiferencia o por contubernio. En el caso de la figura de nuestros verdaderos próceres, así como de episodios y capítulos de nuestra lucha de liberación nacional, este asunto cobra aún más importancia debido a sus probables implicaciones políticas.

Ejemplos

Veamos un par de ejemplos. Últimamente, digamos, dentro de los pasados quince años aproximadamente, ha surgido interés en escribir literatura ―no siempre ficción― basada en el caso Rhoads, así como en Albizu y la insurrección de 1950. Dentro de ese contexto, hará unos seis años que Robert Friedman, un periodista estadounidense que fue reportero del diario The San Juan Star, vino de su país a decirnos que había publicado una novela de suspenso cuyo tema era el doctor Cornelius P. Rhoads. Dicho autor parte de la confesión de asesinato del doctor Rhoads, un suceso de importantes ―aunque ignoradas― implicaciones históricas que nace en 1931 y muere unos meses después, para desarrollar alrededor del mismo una intrincada madeja de eventos ficticios salpicados de escenas increíbles o, cuando menos, difíciles de creer.

Es un melodrama que comienza y continúa con graves alteraciones de importantes hechos de nuestra historia nacional que les crearán a algunos lectores nuevas dudas mientras a otros los enredarán en una vorágine de datos inventados que algunos, por ignorancia, darán por verídicos. Una grave tergiversación es el hecho de que, aunque en la realidad el fiscal José Ramón Quiñones fue uno de los principales funcionarios públicos corruptos que propiciaron el encubrimiento del caso, en esta novela aparece como el fiscal honesto que investigó las muertes, pero no encontró pruebas en contra del asesino confeso a pesar de estar disponibles los cuerpos de los delitos y una confesión manuscrita.

En esta novela, Albizu viene a ser un personaje de referencia. En la misma, un hijo ilegítimo que Rhoads en realidad no dejó en Puerto Rico, anda en busca del personaje histórico apodado “Ferdie”. Cuando lo encuentra, éste le “revela” en su ficticio lecho de muerte que Rhoads en verdad no asesinó a aquellos hombres, mujeres y niños a quienes él espontáneamente dijo por escrito que había asesinado. La insólita versión que el autor pone en boca de este personaje es que murieron por errores que Rhoads cometió. La novela tiende así a exonerar al asesino confeso y, por consiguiente, a hace ver a Albizu como un político oportunista más que mintió sobre el caso con fines puramente partidistas en medio de la campaña eleccionaria de 1932, en la que el Partido Nacionalista participó.

Por otra parte, aunque jamás ha habido serias alegaciones ni pruebas circunstanciales en el sentido de que Albizu fuera expuesto a irradiación ilegal ni a tortura de clase alguna en la prisión de Atlanta de la provincia estadounidense de Georgia ni en el hospital Columbus de Nueva York, una recién publicada novela de suspenso nos dice que así fue.

El autor, ex presidente de la Junta de Directores del Instituto de Cultura Puertorriqueña durante la administración colonial de Sila Calderón, describe su novela como “obra de ficción basada en hechos reales” y a renglón seguido agrega que “cualquier semejanza de los personajes con personas vivas o muertas es pura coincidencia” (Martínez Maldonado 5). Además, nos advierte que los personajes, los principales de los cuales son don Pedro Albizu Campos y Cornelius P. Rhoads, “no necesariamente hicieron o dijeron lo que hacen o dicen en la novela” (Ibid.). Hechas estas “advertencia[s]”, mientras desarrolla la acción, el autor deja una estela de descripciones de Albizu que en conjunto terminan distorsionando su personalidad al presentarlo como un ser vacilante, indefenso, atemorizado y vengativo, que enloqueció debido a supuestas torturas sufridas en la cárcel de Atlanta.

¿De qué les valen a los lectores las advertencias que les hace el autor? Con advertirnos que Albizu “no necesariamente” hizo o dijo en la realidad lo que en la novela hizo y dijo, solamente nos dice que tal vez sí lo hizo y lo dijo, pero tal vez no. De igual modo, con implicar que “cualquier semejanza” del personaje nacionalista llamado Albizu con el verdadero Albizu nacionalista es “pura coincidencia” el autor, un reconocido nefrólogo, causa la impresión de que tiene en muy baja estima la inteligencia de sus lectores.

El Albizu de esta novela no sólo es un Albizu que en su lucha por la independencia de Puerto Rico solamente utilizó la violencia, contrario a la realidad histórica. El autor, de quien un crítico literario ha osado decir que “ha explorado como ningún escritor contemporáneo los acontecimientos que definieron y marcaron tres décadas del siglo XX en Puerto Rico, ese periodo que inicia en los años 30 y culmina en los emblemáticos 60’s” (Cana), va más allá y reescribe a su gusto aspectos fundamentales del período del confinamiento de Albizu en Atlanta, de las condiciones legales en las que sale de esa prisión y de su reclusión en el hospital Columbus. Con ello establece para los incautos algo que es políticamente conveniente para el Partido Popular Democrático (PPD) en este peculiar momento histórico: que fue allá en la metrópoli y no acá bajo la administración colonial de Luis Muñoz Marín y su PPD, donde el prócer sufrió torturas con radiación, asunto que hoy día corre de boca en boca.

Pero eso no es todo. Al final, los lectores estarán en la creencia de que el nefasto doctor Eduardo Garrido Morales quien “se había graduado del Medical College de Virginia y luego obtuvo un doctorado en epidemiología de la universidad de Johns Hopkins, con una beca de la Fundación Rockefeller” (Galenus), no fue el médico corrupto que manipuló metódicamente, día a día el encubrimiento de los asesinatos que Rhoads confesó, sino que actuó de un modo contrario. Incluso tendrán la impresión de que el doctor Cornelius P. Rhoads, a quien la Fundación Rockefeller envió a Puerto Rico en 1931, sí era abusivo y arrogante, pero probablemente no cometió los asesinatos que de su puño y letra se jactó de haber cometido sin que se lo preguntaran.

Afirmo y sostengo que no hay motivo legítimo alguno para que un narrador de ficción deje consignado en una obra literaria que un acontecimiento histórico transcurrió de un modo distinto al que ya ha sido debidamente documentado. Sin embargo, eso es lo que hace el autor de esta novela cuando alude a la estadía de Albizu en Atlanta y en Nueva York. Más aún, inventar que el patriota Gregorio Hernández Rivera intentó suicidarse en medio del ataque a La Fortaleza (Martínez Maldonado 305), es sólo un elemento de dramatismo ficticio que el autor trae arrastrado sin piedad por sus pocos pelos. Por si fuera poco, dos autores estadounidenses (Hunter & Bainbridge) han distorsionado hechos pertinentes a Albizu y al caso Rhoads en un libro sobre el ataque a la Casa Blair el cual, aunque parece ficción, se supone que sea historia.

Conclusión

La detestable práctica de falsear los hechos históricos en el proceso de crear ficción podría deberse a desconocimiento de esos hechos por falta de investigación histórica o a una investigación deficiente, pero tal no es el caso con la novela del prestigioso galeno. Un motivo para un narrador de ficción adulterar nuestra Historia nacional podría ser el hecho de que no le otorgue credibilidad a los datos históricos publicados en ensayos, columnas periodísticas, revistas o libros, porque el autor de los mismos no haya sido auspiciado por una casa editora y/o no haya recibido elogios de la crítica, sobre todo, de críticos que tal vez saben mucho de teoría literaria, pero dramáticamente poco sobre nuestra historia. Otra causa podría ser el propósito utilitario de que tales distorsiones sirvan para impartirle a la narración un dramatismo que de otro modo exigiría mayor esfuerzo creativo. Una mezquina razón sería la de falsificar la Historia intencionalmente con el fin de contrarrestar la influencia que puedan ejercer los hechos históricos sobre las convicciones ideológicas de los ciudadanos y en las decisiones que tomen como electores. En fin, tratar con distorsiones a Albizu como personaje literario es una mera utilización mercantilista de su nombre que nadie debe tolerar.

Nos corresponde, pues, a quienes honramos la memoria de Albizu, rechazar en todo momento, pública y enérgicamente, por todos los medios posibles, el que los escritores proyecten imágenes contrarias a lo que, según la documentación y la historia oral confiable, haya sido la realidad. Además, invito a los reseñadores y a los críticos literarios, ya sean de alquiler o aficionados, así como a la Asociación Puertorriqueña de Historiadores y al capítulo de Puerto Rico del Club Pen Internacional, a promover activamente el que los escritores de ficción sean fieles en sus obras a los rasgos de personalidad de las figuras históricas y a los hechos debidamente documentados de la Historia en general. #

BIBLIOGRAFÍA

Aponte Vázquez, Pedro. “Necator Americanus: O sobre la fisiología del caso Rhoads”. Revista del Colegio de Abogados de Puerto Rico 43 (1982): 117-142.

― “¿Asesinó Rhoads a Albizu?” Claridad. 14–20 ene 1983: 16.

¡Yo acuso!: Tortura y asesinato de don Pedro Albizu Campos. Bayamón, P.R.: Movimiento Ecuménico Nacional de Puerto Rico (PRISA, Inc.), 1985.

Cana, Carlos Esteban. “Manuel Martínez Maldonado presentará su más reciente novela”. El Post Antillano. Web. 10 sep 2014.

Friedman, Andrea. Citizenship in Cold War America: The National Security State and the Possibilities of Dissent. Amherst & Boston: University of Massachusetts Press, 2014.

Friedman, Robert. Shadow of the Fathers. Moorpark, CA: Floricanto Press, 2007

Galenus: Revista para los médicos de Puerto Rico. “Dr. Eduardo Garrido Morales.” Web. 26 sep 2014.

Hunter, Stephen & Bainbridge Jr., John. American Gunfight: The Plot to Kill Harry Truman and the Shoot-out that Stopped it. N.Y.: Simon & Schuster, 2005.

Maldonado Colón, Margarita. “Fragancia de rosas y jazmines”. Facebook.com. Web. 11 sep 2014.

Martínez Maldonado, Manuel. Del color de la muerte. San Juan, PR: Publicaciones Gaviota, 2014.