Category Archives: Rhoads

Siguen surgiendo “expertos” en el caso Rhoads

A cada momento me tropiezo en la internet con un nuevo "experto" en el caso Rhoads que en lugar de contribuir a ampliar y profundizar en su estudio y hacerlo con el rigor que el histórico asunto merece, lo distorsiona aún más. Algunos autores llegan al extremo de sembrar dudas en los lectores en cuanto a si sería verdad que Cornelius P. Rhoads hizo lo que tranquilamente y sin presiones de persona alguna confesó por escrito.

No se trata siempre de personas que quizás por falta de adiestramiento académico desconocen la utilidad de acudir a las fuentes primarias disponibles o que por deficiencias en la redacción cometen errores de semántica que causan interpretaciones erróneas. Se trata muchas veces de personas con altos títulos académicos e incluso con adiestramiento específico en el campo de la historia.

En otros lugares he rebatido, con referencias específicas a la pertinente documentación, las posiciones que esos intelectuales han hecho públicas. En este momento aludiré a uno de ellos que posee un grado de Juris Doctor y otro de Doctor en Filosofía (Ph. D.), el doctor Francisco Ortiz Santini.

El doctor Santini publicó un artículo en su blog El filo de moneda bajo el título “¡Cuidado con el doctor Rhoads!” (18 dic 2011) en el cual no solo hay serios errores y graves omisiones de contenido histórico, sino, peor aún, invita implícitamente a los lectores a dudar de que en verdad el doctor Rhoads cometiera los asesinatos que confesó o los trasplantes de cáncer que intentó realizar. Para colmar, el historiador cierra con la insinuación de que los insultos que Rhoads profirió en su carta –pobremente traducida del inglés en el referido artículo– quizás fueron pura broma.

 

No he de extenderme aquí ahora en detalles que sostengan lo que afirmo, pues ya he estado publicándolos en diversos medios a lo largo de varias décadas. (Véase, por ejemplo: The Unsolved Case of Dr. Cornelius P. Rhoads: An Indictment). Además, he puesto a la disposición de investigadores y del público en general en el Archivo de la Fundación Luis Muñoz Marín los documentos que recopilé durante años de investigación, fuentes primarias que ha debido y debe consultar toda persona que se propone escribir con la debida seriedad sobre el caso. Más bien, invito al historiador y abogado Ortiz Santini a visitar ese Archivo, examinar los documentos y volver a escribir sobre el asunto.

El caso Rhoads: Un poco más de historia

Probers Looking Anew at 1931 Rhoads Case

 

Lea sobre el resto de la investigación histórica en Pedro Aponte Vázquez, The Unsolved Case of Dr. Cornelius P. Rhoads: An Indictment, disponible en Librería Norberto González en Río Piedras y el Candil en Ponce, además de <http://www.lulu.com/spotlight/albizu>, donde puede adquirirlo incluso como libro electrónico y bajarlo de inmediato.

La confesión del médico asesino Cornelius P. “Dusty” Rhoads a su colega Fred W. “Ferdie” Stewart

El 11 de noviembre de 1931, Cornelius Rhoads escribió su confesión de asesinatos en el hospital Presbiteriano en San Juan de Puerto Rico.

C. P. Rhoads
Revista TIME, 1932

Copia fotostática del original de la carta en: Archivo Nacional de Puerto Rico, Fondo: Departamento de Justicia, Serie: Oficina del Procurador General, Expediente 11016, Año: 1932, Caja : E. “Wolbach” aparece erróneamente como “Wallach”.

Photostatic copy of original letter in: Puerto Rico National Archives, Fund: Department of Justice, Series: Office of the Attorney General, File 11016, Year: 1932, Box : E. “Wolbach” is misspelled as “Wallach”.

VERSIÓN EN ESPAÑOL:

Estimado Ferdie:

Mientras más pienso en el nombramiento de Larry Smith, tanto más me disgusto. ¿Has oído de alguna razón que lo justifique? Ciertamente es extraño que se le haya otorgado el pueso a un hombre ajeno por completo al grupo de Boston, despedido por Wolbach y hasta donde sé, completamente carente de reputación científica. Algo anda mal en algún sitio, probablemente con nuestro punto de vista.

La situación en Boston está resuelta. Parker y Nye manejarán el laboratorio conjuntamente y Kenneth o Mac Mahon será el ayudante; el jefe se quedará. Por lo que alcanzo a vislumbrar, mis oportunidades de encontrar un empleo en los próximos diez años son absolutamente nulas. Uno ciertamente no se siente estimulado a intentar adelantos científicos cuando viene a ser un obstáculo en lugar de una ayuda para progresar. Aquí puedo conseguir un empleo requete bueno y estoy tentado a tomarlo. Sería ideal excepto por los puertorriqueños —ellos son sin duda la raza más sucia, más vaga, más degenerada y más ratera que jamás haya habitado la esfera. Enferma habitar la misma isla con ellos. Son hasta más bajos que los italianos.Lo que la isla necesita no es labor de salud pública, sino una ola gigantesca o algo que extermine la población. Entonces podría ser habitable. Yo he hecho lo mejor que he podido para adelantar el proceso matando a 8 y trasplantándoles el cáncer a varios más. Esto último no ha causado muertes todavía… La cuestión de la consideración por el bienestar de los pacientes no desempeña papel alguno aquí —de hecho, todos los médicos se deleitan en el abuso y tortura de los desafortunados sujetos.

No dejes de hacerme saber si te enteras de más noticias.

 

Sinceramente,

Dusty

Vea la historia completa en The Unsolved Case of Dr. Cornelius P. Rhoads: An Indictment

(Disponible como libro electrónico).

Este libro está disponible, además, en Librería Norberto González en Río Piedras, Puerto Rico.

***

ORIGINAL ENGLISH VERSION:

Dear Ferdie:

The more I think about the Larry Smith appointment, the more disgusted I get. Have you heard any reason advanced for it? It certainly is odd that a man out with the entire Boston group, fired by [Wolbach] and, as far as I know, completely devoid of any scientific reputation, should be given the place. There is something wrong somewhere, probably with our point of view.

The situation in Boston is settled. Parker and Nye are to run the laboratory together and either Kenneth or McMahon to be assistant; the chief to stay on. As far as I can see, the chances of my getting a job in the next ten years are absolutely nil. One is certainly not encouraged to attempt scientific advances when it is a handicap rath­er than an aid to advancement. I can get a damn fine job here and am tempted to take it. It would be ideal except for the Porto Ricans — they are beyond doubt the dirtiest, laziest, most degenerate and thievish race of men ever inhabiting this sphere. It makes you sick to inhabit the same island with them. They are even lower than Italians. What the island needs is not public health work, but a tidal wave or something to totally exterminate the population. It might then be livable. I have done my best to further the process of extermination by killing off 8 and trans­planting cancer into several more. The latter has not resulted in any fatalities so far… The matter of consideration for the patients’ welfare plays no role here — in fact, all physicians take delight in the abuse and torture of the unfortunate subjects.

Do let me know if you hear any more news.

Sincerely,

Dusty

See the complete story in: The Unsolved Case of Dr. Cornelius P. Rhoads: An Indictment

 

Also available as e-book.

 

Carta manuscrita del Dr. Cornelius P. Rhoads

FUENTE: Archivo Nacional de Puerto Rico, Fondo: Oficina del Procurador General, Carpeta 11016, Año 1932, Caja E. Copia de la fotocopia que los empleados del laboratorio hicieron de la carta que el asesino (sí, fotocopia) escribió el 11 de noviembre de 1931 en el Hospital Presbiteriano, hoy Ashford Memorial, en El Condado, San Juan de Puerto Rico.

Con este boletín clandestino divulgué desde fines de 1981 algunos de mis hallazgos sobre el caso Rhoads

El Postillon 1

Carta a la Dra. Susan Lederer, de la Universidad de Yale, en torno al caso Rhoads

Carta a la Dra Susan Lederer en torno al caso Rhoads, 13 mayo 03

El papel del Coronel Enrique Orbeta en La Masacre de Ponce

El siguiente artículo del historiador Joaquín Chévere Rivera nos demuestra que el pueblo de Puerto Rico no debe honrar la memoria de Enrique Orbeta:

De izq. a der., el gobernador colonial Blanton Winship, el doctor Eduardo Garrido Morales y el jefe de la Policía Enrique Orbeta

La Gran Tragedia de la Masacre de Ponce

“Vosotros conoceréis la verdad y la verdad os hará libres.” Jesucristo 

(Publicado en en 2006 en:<http://www.prtc.net/~jchevere/LA%20GRAN%20TRAGEDIA%20DE%20LA%20MASACRE%20DE%20PONCE.htm> y extraído en 9 diciembre de 2012).

 

            Este martes 21 de marzo se cumplen 69 años del más doloroso hecho que registra nuestra historia:  LA GRAN TRAGEDIA DE LA MASACRE DE PONCE con un desenlace de 19 personas inocentes vilmente asesinadas y más de 150 heridos.  Lamentablemente este terrible suceso es poco conocido por nuestro pueblo.  La razón es sencilla:  porque el gobierno colonial que controla el sistema educativo deliberadamente se lo ha ocultado a nuestro pueblo.  Los enemigos de nuestro pueblo le temen a la verdad.  Porque CRISTO nos lo enseñó:  “VOSOTROS CONOCERÉIS LA VERDAD Y LA VERDAD OS HARÁ LIBRES’.  Con esas divinas palabras en nuestras almas, hagamos un poco de historia.  Para el comienzo de la década de los años 30 nuestra Patria sufría las terribles consecuencias de la invasión militar de los Estados Unidos ocurrida el 25 de julio de 1898.  Ocho corporaciones norteamericanas eran dueñas de gran parte de los mejores terrenos cultivables de nuestro país.  Explotan a nuestros obreros agrícolas con salarios de hambre, de 9 a 10 centavos la hora.  En el aspecto cultural sufríamos la degradante campaña de americanización que llegó al absurdo de imponer el inglés como idioma de la enseñanza.  Políticamente bajo el dominio y la represión violenta de gobernantes yankis.

            ¿Qué fue lo que ocurrió aquel fatídico 21 de marzo de 1937?  ¿Por qué ocurrió y quiénes fueron los responsables?  ¿Por fin se hizo justicia?  Querido lector de esto trata este artículo.  De forma breve trataré de contestar esas interrogantes.

 

Antecedentes históricos

            En 1930, Pedro Albizu Campos es electo presidente del Partido Nacionalista de Puerto Rico, comprometido cabalmente con la independencia de nuestra Patria.  De inmediato comienza la más  honesta y comprometida campaña de educación política que se hubiese conocido en nuestra historia.  Denuncia con valor la explotación económica de las corporaciones norteamericanas.  Protesta y combate los abusos de poder de los gobernantes yankis.  Nuestro pueblo lo respeta, lo respalda y lo quiere.  Pronto lo llamarán El Maestro.  Washington responde con la política de mano dura, como se le llama ahora.

 Recordemos los hechos más significativos de esa época (1933-1936):

 

1933          Llega a Puerto Rico el coronel del ejército de los Estados Unidos, Francis E. Riggs, con el nombramiento de jefe de la Policía de Puerto Rico.  Enseguida militariza la policía (armas largas, carabinas, rifles, ametralladoras y gases lacrimógenos entre otro equipo).

1934          En enero estalla la huelga de la caña y los obreros llaman a Pedro Albizu Campos a dirigirla.  Se logra un triunfo en la misma.  Por primera vez se juntan las fuerzas del movimiento obrero con las del nacionalismo.   El sistema colonial se siente amenazado.  En febrero de ese año, un mes después de comenzar la huelga, Blanton Winship general del Ejército de los Estados Unidos es impuesto como gobernador de nuestro país por el presidente Franklin D. Roosevelt.  Arrecia la más brutal campaña de represión contra el Partido Nacionalista.

1935          El 24 de octubre ocurre la Masacre de Río Piedras.  La Policía de Puerto Rico, bajo el mando del coronel norteamericano Francis Riggs, asesina a cuatro jóvenes nacionalistas:  Ramón S. Pagán,  Pedro  Quiñónez,   Eduardo  Rodríguez  y   José  Santiago, e  hieren a Dionisio Pearson.  Las muertes quedaron impunes.  Manifestaciones de protesta contra el abuso policial suceden en todo Puerto Rico.

1936          Los jóvenes nacionalistas, Hirán Rosado y Elías Beauchamp, autores del ajusticiamiento del coronel norteamericano jefe de la policía Francis Riggs, responsable de la Masacre de Río Piedras, son asesinados por la Policía dentro del Cuartel en San Juan.  Las muertes quedaron impunes.  

1937     La extranjera Corte Federal, tribunal del imperio, impone cadenas de 6 a 10 años de cárcel a Pedro Albizu Campos  y otros  siete dirigentes nacionalistas  por el supuesto delito de conspirar para derrocar el gobierno de los Estados Unidos en Puerto Rico.  Que ironía, el gobierno invasor, usurpador y violador de nuestros derechos nacionales, condena a nuestros patriotas que luchan por nuestra independencia.  Se les olvidaba a los americanos que ellos pelearon su gloriosa Guerra de Independencia contra el Imperio Británico por seis años (1775-1781) para lograr su independencia.

 

Lo ocurrido en marzo de 1937

            Era un momento doloroso el que vivía nuestra Patria para marzo de 1937.  Don Pedro Albizu Campos y Juan Antonio Corretjer junto al resto del liderato nacionalistas presos en la Cárcel La Princesa esperando el resultado de la apelación del caso en la Corte del Primer Circuito de Boston (eventualmente se le confirmará la sentencia).  En todo nuestro país se suceden las demostraciones de solidaridad con los patriotas encarcelados.  La Junta Nacionalista de Ponce planifica un acto patriótico con doble motivación:  conmemorar la Abolición de la Esclavitud a la vez protestar por el abusivo encarcelamiento de sus compañeros.  Una semana antes del lamentable suceso, dos representantes de la Junta habían hecho una visita de cortesía al alcalde de Ponce, Jesé Tormos Diego, obteniendo un permiso de éste (que no era necesario ya que era el ejercicio de un derecho) para celebrar la parada y mitin el domingo 21 de marzo de 1937.  Sin embargo, el día anterior a la actividad el capitán de la policía Felipe Blanco le extendía una carta amenazante a los nacionalistas informándoles que la policía no permitiría la actividad y que “seguían órdenes superiores”.  Aunque no lo especifican se sobrentiende que se refería al gobernador Blanton Winship o al jefe de la policía, el coronel Enrique Orbeta.  Es pertinente señalar que la carta no indicaba que el permiso hubiese sido revocado.  Tampoco deba razones válidas que justificaran tal decisión.  No hay duda que era una determinación arbitraria y violatoria de los derechos civiles.  Así lo entendieron los nacionalistas.

             Llegó el día de la actividad, Domingo de Ramos, 21 de marzo de 1937.  Amaneció Ponce como una ciudad ocupada militarmente por la Policía.  Desde el día anterior, cerca de doscientos policías armados con pistolas, revólveres, rifles, carabinas, ametralladoras y bombas lacrimógenas habían invadido la ciudad.  Investigaciones realizadas aseguran que el gobernador Blanton Winship se había mudado provisionalmente a una finca de Villalba (lugar ni muy cerca, ni muy lejos de Ponce) donde junto a la Policía había establecido un Centro de Mando.

             Horas antes de comenzar el acto (entre 1-2 PM) el coronel de la policía Enrique Orberta se entrevista con el alcalde José Tormos Diego, sometiéndolo a fuertes presiones.  Le dice que el gobernador no quiere que se efectúe la marcha.  Se inventa la gran mentira de que venían de Mayagüez 50 nacionalistas armados.  Lamentablemente se quebró la voluntad del alcalde, ordenado la cancelación del permiso de otorgado.  De inmediato el coronel Orberta  acompañado por el alcalde Tormos Diego,  se dirigen  a  la Junta Nacionalista para reunirse con los dirigentes Luis Castro y Plinio Graciano.  Se reúnen en un ambiente de tensión y manifiesta hostilidad contra los nacionalistas.  El coronel Orberta les informa de la cancelación del acto.  Para tratar de justificar la decisión les mienten al decirles que los curas se oponían a la actividad por ser Semana Santa.  Durante más de una hora los nacionalistas fueron sometidos a las fuertes presiones en las que se recurría al engaño y a la amenaza.  De nada valieron tan censurables medios.  Los nacionalistas se mantuvieron firmes en la defensa de su derecho a llevar a cabo su acto pacífico.  Aquellos hombres discípulos del Maestro eran seres valientes, de principios y siempre consecuentes con lo que predicaban.

             Terminada la reunión y habiendo ultimado los detalles del Plan Represivo a efectuarse, el coronel Orbeta y el capitán Blanco se ausentaron del lugar donde ocurrirían los hechos.  De esa forma evadían su responsabilidad y demostraban su cobardía.  Dejaron al mando al capitán Soldevila.       

 Horas antes de los sucesos ya la Policía tenía acorralada las calles Marina y Aurora, lugar donde comenzaría la marcha.  Los policías estaban fuertemente armados  con pistolas,  rifles, carabinas, ametralladoras y gases lacrimógenos (no olvidemos la militarización de la Policía de Puerto Rico, obra del coronel norteamericano Francis Riggs).  Por el contrario ni uno solo de los nacionalistas portaba armas.  Recordemos que el 21 de marzo era Domingo de Ramos, día sagrado en nuestra tradición cristiana.  Ni siquiera algo tan trascendente detuvo a los asesinos.  Llegó la hora señalada para comenzar la marcha:  las 3 PM.  La parada estaba organizada.  Al frente los Cadetes de la República, luego el Cuerpo de Enfermeras y por último la Banda Musical.  Al compás de nuestro Himno Nacional, La Borinqueña, Tomás López de Victoria comandante de los cadetes da la orden de marcha.  Se da el primer paso y de inmediato el capitán Soldevila se interpone esgrimiendo un bastón tratando de impedir la marcha.  En ese preciso momento suena el primer disparo hecho al aire por el policía Armando Martínez.  Al instante múltiples ráfagas de todas las armas desatan la más horrenda matanza que se registra en nuestra historia.  Nacionalistas, transeúntes, espectadores, hombres, mujeres y niños, todos indefensos caen mortalmente heridos.  Lamentos, quejidos, gritos de dolor, angustia, desesperación.  Algunos se arrastran buscando refugio y milagrosamente se salvan.  Otros no tienen la misma suerte, pues al ser descubiertos son acribillados vilmente por los criminales policías.  Aquella matanza infernal duró de 10 a 12 minutos que parecieron siglos para aquellos seres agonizantes.  Resulta pertinente destacar que la Policía en todo momento actuó en forma abusiva, cobarde, irresponsable, insensible, demostrando total desprecio por la vida de aquellos buenos puertorriqueños.  Entre los héroes de aquella terrible matanza estaba el joven Bolívar Márquez que herido de muerte, agonizando, arrastra su cuerpo hasta la pared de un edificio y mojando sus manos con su propia sangre escribe:  ¡VIVA LA REPÚBLICA!  ¡ABAJO LOS ASESINOS!  Era su último testimonio de afirmación independentista y de acusación a los criminales que creían que con sus muertes mataban el ideal de la independencia.  Gravísimo error, por el contrario esas muertes sirvieron de inspiración para continuar con la lucha centenaria por la libertad de nuestra Patria.  Fue trágico el desenlace de aquel terrible suceso:  19 personas muertas y más de 150 heridos, todos inocentes e indefensos.  La dolorosa noticia conmovió la conciencia de todos los puertorriqueños.

             El fiscal Rafael V. Pérez Marchand realizó una exhaustiva investigación que culmina con la radicación de acusaciones por asesinatos contra cuatro policías.  De inmediato el gobernador Blanton Winship somete a fuertes presiones al fiscal Pérez Marchand para que retirara las acusaciones y presenta cargos contra los nacionalistas sobrevivientes.  Increíble, pero dolorosamente cierto.  Ante el dilema de conservar su puesto cometiendo una injusticia o rechazar esa infame propuesta, decide renunciar  salvando  su honor y  defendiendo  la verdad y la justicia.   Enseguida  nombran  al  abogado Marcelino Romany como fiscal investigador que complace al gobernador Winship haciendo la investigación de encargo.  Le retiran los cargos a los policías y luego acusan a un grupo de nacionalistas de la muerte del policía Seferino Oyola.  En las investigaciones de Pérez Marchand y el Comité Hays se comprobó que las muertes de los dos policías habían sido causadas por el fuego cruzado de los mismos policías.

 

La investigación del Comité Hays (mayo de 1937)

             Nuestro pueblo indignado reclama una investigación que lleve al conocimiento de la verdad y a la aplicación de la justicia.  Se constituye el Comité Hays (comité cívico) presidido por Arthur Garfield Hays, prestigioso jurista norteamericano, y constituido por un grupo de prominentes puertorriqueños.  Terminada la extensiva investigación el Comité concluye lo siguiente (entre otras):

 

1.       Que Blanton Winship, gobernador de Puerto Rico era el principal responsable de todo lo ocurrido.

2.       Que todos los nacionalistas muertos y heridos estaban desarmados.

3.       Que la policía violentó los derechos civiles de los nacionalistas; particularmente el más valioso de todos, la vida.

4.       Que lo ocurrido allí fue una matanza de seres inocentes.   

5.       Que tenía razón el pueblo de Ponce cuando bautizó el lamentable suceso como “LA MASACRE DE PONCE”.

 

Lamentablemente este Comité Cívico no tenía facultad legal para llevar al gobernador y a los policías a un proceso judicial.  Sin embargo, tenía la fuerza moral para denunciar los abusos y crímenes cometidos.  Gracias a los testimonios de los sobrevivientes, a los valientes periodistas José L. Conde (quien trabaja para el periódico El Mundo) y a Carlos Torres Morales (quien trabaja para el periódico El Imparcial), que tomaron fotos de la tragedia, del trabajo del licenciado Rafael Pérez Marchand y a este Comité, nuestro pueblo conoció la verdad del lamentable suceso.  También las futuras generaciones conocerán la verdad histórica.

 

Juicios fabricados contra los nacionalistas (entre septiembre de 1937 y febrero de 1938)

             Los nacionalistas sobrevivientes víctimas de la tragedia serán sometidos a otro abuso de poder.  Serán juzgados por orden expresa del sanguinario gobernador, el general Blanton Winship, el mismo responsable de la matanza.  Se lleva a cabo los juicios entre septiembre de 1937 y febrero de 1938.  Agraciadamente los nacionalistas fueron defendidos por dos excelentes y prominentes abogados comprometidos con la causa de la justicia;  los licenciados Ernesto Ramos Antonini y Víctor Gutiérrez Franki.  Todos, los diez nacionalistas fueron declarados inocentes.  Sin embargo las 19 muertes de inocentes y el sufrimiento de más de 150 heridos quedarían impunes.  Increíble, pero dolorosamente cierto.  Tamaña injusticia y abuso de poder.

             Recordemos con gratitud y amor aquellos héroes y mártires que ofrendaron generosamente sus vidas por la defensa de nuestras libertades y el sagrado derecho a la independencia de nuestra Patria.  Que su gran ejemplo de valor y sacrificio fortalezcan nuestro compromiso con la lucha por la independencia de Puerto Rico.  Recordemos a nuestro Maestro Pedro Albizu Campos:  “LA PATRIA ES VALOR Y SACRIFICIO”.

 

anf:  15/marzo/2006

Dr. Cornelius P. Rhoads: DECISION AND ORDER OF THE DEPARTMENT OF ENERGY

Coronel Cornelius P. Rhoads (National Library of Medicine).

Decision and Order, Department of Energy, RE C.P. Rhoads

On June 16, 1997, Pedro Aponte Vazquez (Aponte) filed an Appeal from a determination issued to him in response to a request for documents submitted under the Freedom of Information Act (FOIA), 5 U.S.C. § 552, as implemented by the Department of Energy (DOE) in 10 C.F.R. Part 1004 and the Privacy Act, 5 U.S.C. § 552a, as implemented by the DOE in 10 C.F.R. Part 1008. The determination was issued on May 15, 1997 by DOE's Chicago Operations Office (DOE/CH). This Appeal, if granted, would require that DOE/CH perform another search for responsive documents.

Arturo Vallejo Díaz: su asesinato sigue impune

“Los condenados”

El caso del médico asesino Cornelius P. Rhoads (1931) es presentado una vez más ante la opinión pública, si bien indirecta y sutilmente, a través del recién estrenado largometraje de creación boricua "Los condenados", con René Monclova, Cristina Rodlo, Áxel Anderson, Dolores Pedro, Rocky Venegas, Luz Odilea Font y Marisé Álvarez.

En esta obra cinematográfica que dirigió Roberto Busó García –y que se supone sea de suspenso– están presentes, digamos a modo de pinceladas, tanto personajes intangibles como concretos de aquel nefasto episodio de nuestra historia que ha tenido lugar en muchos otros países.

El espectador saldrá de la sala preguntándose quiénes son "los condenados": ¿El doctor Rhoads en el personaje del médico gringo de apellido Putnam y la Fundación Rockefeller, sugerida en la Fundación que lleva su nombre? ¿El pueblo de Puerto Rico como el pueblecito de Rosales? ¿Los que en aquella época insistieron en que Rhoads a nadie había asesinado, sino que había salvado muchas vidas? ¿Aquellos que sientieron y reprimieron el deseo de lincharlo? ¿Las víctimas y sus familiares? Le faltó al guión incluir entre las víctimas de la radiación a  un prócer oriundo de Rosales.

Una falla del guión es que anuncia al inicio toda la trama al mencionar de entrada a la Asociación Americana para la Investigación del Cáncer, una entidad privada estadounidense de la cual hasta los legisladores más incompetentes del País tuvieron algo que decir en época reciente precisamente en relación con el doctor Rhoads.

Quizás lo mejor de este drama de ficción extraído de la realidad es que no traspasa el lindero que lo separan de la historia tal cual la han revelado las fuentes documentales.

Creo que convendría enterarse de algunos pormenores pertinentes al caso Rhoads, ya sea antes de ver la película o después.